De los cuatro recintos fortificados que configuran Melilla la Vieja, el último de ellos es el más desconocido, sin duda debido a su abandono y deplorable estado.
Recientemente visité los restos que aún existen de esta fortificación y pude comprobar que se han iniciado las obras de restauración. Al mismo tiempo que me alegra tal constatación, ya que supondrá la recuperación de este valioso espacio histórico de nuestra ciudad para el disfrute de todos los melillenses y de cuantas personas la visitan, que por cierto, últimamente se nota cierto aumento de turistas paseando por Melilla la Vieja, también se ha de temer porque la restauración se limite precisamente a eso, a recuperar los restos monumentales sin menoscabo de su valor histórico y arquitectónico.
Es agosto de 2013, y aprovecho la luz de la mañana para completar mi album fotográfico del Cuarto Recinto amurallado. Subo la cuesta de la Alcazaba, y tras estacionar el coche no puedo evitar la tentación de fotografiar una vez más los Baluartes de San Pedro y de las Cinco Palabras, y la Ensenada de los Galápagos.
El Baluarte de las Cinco Palabras, después de su restauración tiene un aspecto impoluto. Demasiado "nuevo". Al mirarlo desde la carretera de la Alcazaba da la sensación de que se trata de una edificación moderna, que contrasta fuertemente con el aspecto secular de los otros baluartes y murallas que desde allí pueden contemplarse. Supongo que es solo eso, una sensación, y que los técnicos responsables de la restauración han respetado el diseño original. No lo sé.
Como tengo tiempo, me acerco hasta el mismísimo puente levadizo de acceso al Baluarte de las Cinco Palabras. Como no se puede acceder y por allí no se llega a ningún otro sitio, normalmente el visitante se limita a tomar unas fotos generales y continuar la visita por otro lugar. Pero al llegar hasta la puerta hago un pequeño descubrimiento. Nunca me había fijado. A la izquierda del acceso principal al Baluarte, y excavado en la roca, existe un pequeño túnel, cuyas escaleras descienden en curva. Me quedo perplejo. ¿Cómo es posible que nunca me haya apercibido de su existencia? Retrocedo y me fijo en la fachada lateral del Baluarte, y compruebo que dichas escaleras conducen hasta un pequeñísimo mirador que se abre en la roca. Desciendo finalmente por las escaleras y durante unos felices minutos tomo varias fotografías de mi "hallazgo": un rincón de Melilla la Vieja que no conocía.
Continúo con mi excursión fotográfica, y ya sí, me encamino hacia el Cuarto Recinto. Las obras de restauración y recuperación de estos fuertes han comenzado. Y el lugar está vallado. Pero la luz de la mañana me permite tomar unas fotos estupendas de estas ruinas que esperan pacientemente a ser rescatadas del olvido. Me limito a las fachadas que miran al mar, porque otra tarde anterior ya estuve por aquí y la orientación del sol me permitió fotografiar las otras fachadas.
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