Decimos “Padre”
porque vida engendras,
porque cuidas de tus hijos,
con ellos sufres y su dolor consuelas.
Decimos “Nuestro”
cuando todos podemos amarte
en la comunión de hijos
que se reúnen en el Padre.
Decimos “que estás en el cielo”
cuando aquí en la tierra
aceptamos que otra realidad
más profunda nos espera.
Decimos “Santificado sea tu Nombre”
cuando de obra y de palabra
te otorgamos honor y gloria,
y de nuestra vida hacemos tu alabanza.
Decimos “Venga a nosotros tu Reino”
cuando somos dóciles a tu gobierno,
cuando la verdad está presente
y tu amor lo hacemos eterno.
Decimos “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”
cuando la aceptamos sin reservas ni recelos,
cuando nos esforzamos en conocerla
y conociéndola, la hacemos.
Decimos “Danos hoy nuestro pan de cada día”
cuando todo hombre recibe alimento,
cuando luchamos contra el hambre y la sed,
que el hermano padece en su espíritu o su cuerpo.
Decimos “Perdona nuestras ofensas”
cuando reconocemos nuestro error
y no dejamos que la soberbia lo justifique
sino que rectificamos y lo confiamos a tu amor.
Decimos “como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”
cuando no hacemos de la razón un arma
que arrojar al rostro del hermano equivocado
sino ocasión para reafirmar la confianza.
Decimos “No nos dejes caer en la tentación”
cuando deseamos el bien que no hacemos
y realizamos el mal que no deseamos
pero a tu bondad nos encomendamos.
Decimos “Líbranos del mal”
cuando no te acusamos
del mal que causamos,
y en el mal que no entendemos
tu consuelo esperamos.
Decimos “Amén”
cuando en todo te buscamos,
en la verdad vivimos
y tu Palabra aceptamos.
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